Al límite del cielo

He leído un artículo de Sergio del Molino que venía a decir, entre otras cosas, que los hijos te llevan a limites que no sabías que tenías o que sacaban a la luz sentimientos que habías encerrado en el cajón de los calzoncillos.

Creo que nada más cerca de la realidad. Desde que nacieron Candela y Leyre mi orden ha cambiado, el de mi casa y el de mi pirámide vital. Tengo un trabajo por el que no cotizo y otro, el de la radio, que me sirve para sobrevivir económica, pero sobre todo mentalmente.

Las niñas te exigen el máximo desde primera hora de la mañana hasta última hora de la madrugada. Yo muchas veces me siento como ese humorista al que todo el mundo por la calle le pide que haga chistes. No tengo ganas de jugar 24 horas pero…. mi público se lo merece. Un papá mal dicho de Leyre es el mejor regalo (y sin pagar gastos de envío) Una paliza de Candela mientras reímos impulsivamente rozando siempre el cabreo es mi nuevo bitcoin. Y así siempre hasta que a las nueve las pilas están descargadas y hay que engullir la cena antes de que se desate mi tercera guerra mundial.

Mis hijas me llevan al límite. Me hacen bipolar. Un segundo bien y el otro fatal. Me paso el día preocupado, enfadado y cansado pero soy tan feliz con ellas. Y eso nadie que no tenga hijos va a conocerlo. Conocerá otras cosas, los sobrinos, los perros, los peces, los gatos, sus plantas, su coche, sus macarrones boloñesa o su cine en miércoles… pero lo que sentimos Belén y yo no.

Aún así, qué difícil es educar… y sobre todo saber que siempre lo has hecho mal ¿o no? Espero que nadie me diga que dar muchos besos es malo porque entonces me rendiré.. ¿o no? Que demonios. Ni un beso de menos, ni una risa de menos… Candela, Leyre, cuando leáis esto, si lo leéis o no que una cosa os quede clara, o mejor dos. Vuestros padres os quieren y papá es un moñas

 

 

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